¿QUÉ ES UNA EMOCIÓN PARÁSITA? (5)
Una emoción parásita (o también llamada emoción sustitutiva, emoción favorita, rebusque en latinoamerica y racket para los angloparlantes) se define (English, 1971, 1972) como una emoción artificial que, por motivos de supervivencia, ha acabado sustituyendo a una emoción natural, la cual sería la apropiada en la situación (a efectos prácticos, al término emoción le doy un sentido muy amplio que incluye emociones y sentimientos, pero sobre la diferencia entre emociones y sentimientos puede verse la nota 1 del capítulo 12). Las emociones parásitas son repetitivas e inapropiadas a las situaciones, en especial por su naturaleza, resultando "fuera de contexto" respecto a los estímulos que se "supone" las provocan.
El llamarle emoción parásita es en el sentido de que es una emoción que se "nutre" -parecidamente a como hacen los parásitos en el mundo biológico- de caricias que en realidad deberían ser para la emoción natural que sustituye y a la cual está vinculada, "viviendo" a expensas de ella. Curiosamente, la denominación también sugiere similitud con los "ruidos emocionales" que -como los ruidos parásitos en las transmisiones radioeléctricas- perturban la comunicación interpersonal.
Las emociones parásitas las aprendemos en la infancia por recibir caricias al sentirlas, ya sea al imitarlas de las figuras parentales o al vivenciarlas por el motivo que sea, a la vez que entonces se descuenta alguna emoción natural, la cual va quedando, por tanto, sin expresar y sin resolver. Por ejemplo, supongamos que, de pequeños, cuando sentíamos y expresabamos miedo de una manera natural, nadie nos protegía, es decir, que no nos hacian caso. En cambio, "descubrimos" que cuando sentíamos y expresabamos enfado, al principio de manera natural, alguien nos escuchaba o, al reves, alguien nos rechazaba.. De esta manera, fuimos aprendiendo que el enfado nos era más "rentable" para obtener caricias, incluso aunque fuesen negativas, que el miedo. Al final, con el tiempo, acabamos "sustituyendo" el miedo por el enfado, que se convirtió en una emoción parásita. Desde luego, me estoy refiriendo a procesos que son más o menos inconscientes, tanto en su origen como al ser perpetuados ya de mayores.
Después, de mayores, siguiendo con el ejemplo anterior, cuando en una situación sería apropiado que sintieramos miedo, la "interpretamos" para seguir sintiendo enfado y usarlo para obtener las caricias a las que estamos acostumbrados, ya sea que nos escuchen o que nos rechazen, según el ejemplo. Es decir, que "tapamos" la emoción natural con una emoción parásita. Sin embargo, en el fondo, todo este proceso lo hacemos con la esperanza de que al final podremos expresar y resolver el miedo de nuestra infancia, para el cual seguimos necesitando ser protegidos. En realidad, una emoción parásita "tapa" también, además de una emoción natural, una emoción elástica conectada con éste (pueden verse más adelante estos conceptos).
Las emociones parásitas, aunque son opciones de supervivencia, son siempre disfuncionales, pero cualquier emoción de las típicamente consideradas "buenas" (por ejemplo, la alegría) puede ser parásita, al igual que las típicamente condideradas malas (por ejemplo, el enfado). De hecho, cualquier emoción puede que sea tanto natural como también que sea parásita. La diferencia es que unas son auténticas y funcionales, mientras que las otras no lo son, sino que son artificiales y disfuncionales. Sin embargo, también es verdad que las emociones parásitas las sentimos como si fuesen realmente "reales", llegando incluso a manifestarlas somatizándolas con nuestro organismo, por lo que nadie negaría de su realidad. Por lo general, los tan frecuentes síntomas psicosomáticos son somatizaciones de emociones parásitas (por ejemplo, la migraña, las palpitaciones si causa, determinados mareos, etc.).
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