¿CÓMO VAS DE CUIDADOS?
Enriquece tu vida dando y recibiendo cuidados


© JORDI OLLER VALLEJO


Sin cuidados no podemos vivir

Se sabe que los niños abandonados que son ingresados en instituciones benéficas y a los que les falta, por tanto, relaciones de las que recibir suficientes cuidados en cantidad y calidad, sufren un fuerte deterioro físico y psicológico, el cual puede llevarles incluso a la muerte. Pero también las personas en circunstancias normales, necesitan y buscan relaciones en las que sustentar la posibilidad de poder recibir o dar cuidados, de manera más o menos estable, lo cual además es indispensable para poder desarrollarse en el sentido de ser sí mismas, es decir, de individuarse. Por eso el ser humano ha desarrollado sistemas sociales que permitan asegurar estos cuidados, tales como necesariamente la familia cuando somos pequeños, y después frecuentemente la pareja cuando somos mayores. Y cuántos malestares que tenemos en la vida y que se manifiestan como depresiones, insatisfacciones, baja autoestima, fobias, etc., más allá de que aparentemente su causa pueda parecer otra, están realmente originados por la falta de cuidados saludables, ya sea en la vida actual o en el pasado. Y si la carencia es del pasado, lo más probable es que aún se estén buscando los cuidados no recibidos entonces, aunque no seamos muy conscientes de ello, de manera que en estos casos suele ser necesaria la ayuda psicoterapéutica o de un trabajo de crecimiento personal.

Los cuidados son amor en acción

El amor no es algo abstracto. Los cuidados son la forma concreta de la manifestación del amor, son amor en acción. A nivel sencillo, en qué consisten los cuidados se observa de manera clara en la primera infancia, en la relación con la madre. En esta etapa, por ejemplo, si todo va bien, la madre alimenta al bebé, lo arropa para que no tenga frío, si se hace daño lo cura, juega con él, lo acuna para ayudarle a dormirse, si está asustado lo coge en brazos, y demás acciones cuidadoras por el estilo. Todo este tipo de conductas de la madre hacia su bebé, son lo que en principio podemos entender como cuidados, los cuales, en la infancia, son indispensables para la supervivencia individual y de la especie humana, como, desde luego, también son necesarios para otros animales, en especial los mamíferos. Pero al crecer, la gama de cuidados que podemos dar o recibir, se va ampliando, adoptando variedad de manifestaciones. Por tanto, con el término "cuidados" hemos de entender, en un sentido amplio, todas aquellas actitudes, conductas, enseñanzas e incluso objetos, que sirven para satisfacer necesidades apropiadas para crecer y vivir saludablemente, ya sea dando o recibiendo dichos cuidados.

Cuidados de todo tipo

Los cuidados pueden ser de muchos tipos. Así, pueden consistir en dar a alguien o en recibir de alguien -y este alguien no ha de ser necesariamente un allegado- "cosas" tan dispares entre sí como lo son una actitud (por ejemplo, un permiso para hacer algo), una conducta (por ejemplo, cocinar una comida), una enseñanza (por ejemplo, cómo hacer funcionar el vídeo) o un objeto (por ejemplo, un paraguas cuando llueve). Todas estas cosas son cuidados con los que podemos satisfacer necesidades apropiadas para el bienestar, ya sea propio o de los demás. Por tanto, desde luego, el catálogo de posibles cuidados es muy amplio, pudiendo abarcar desde los más simples hasta los más sofisticados que podamos imaginar. Y así, es evidente que en el tema de los cuidados no hemos de preocuparnos por si se acabarán las existencias, pues las posibilidades son prácticamente inagotables. Tenemos ante nosotros todo un mundo de cuidados, ya sea para dar o para recibir. Y además, también nosotros mismos nos podemos dar y recibir cuidados, es decir, autocuidados, lo que amplía aún más las gama de posibilidades que tenemos para satisfacer nuestra necesidad de cuidados.

Cuidado con los cuidados negativos

En análisis transaccional se habla del concepto de caricias. El concepto de cuidados puede considerarse análogo al de caricias que se describe en este sistema, el cual, además, es un potente enfoque para ayudar a la persona a desarrollarse dando y recibiendo cuidados. Mucho de lo que en este sistema está conceptualizado para lo que se denomina caricias, es también válido para lo que se conceptualiza como cuidados. Y así, al igual que las caricias, pese a la connotación siempre positiva que el término tiene en español, éstas pueden ser positivas o negativas, también los cuidados pueden ser positivos o negativos, es decir, apropiados o inapropiados a nuestras necesidades saludables. Cuidados negativos son aquellos con los que, aún estando los demás con y por nosotros, es decir, que no nos ignoran, están de una manera en la que, por ejemplo, no toman en cuenta nuestras necesidades, nos nombran de maneras peyorativas, nos critican negativamente, no nos quieran enseñar algo que necesitamos aprender, etc. Pero lo más grave es que, al igual que se afirma para las caricias, también podemos afirmar que las personas "a falta de recibir cuidados positivos y antes que no recibir ningún tipo de cuidados, subconscientemente preferimos recibir cuidados negativos", lo que, obviamente, nos hace sumamente vulnerables a los demás y explica muchos fenómenos psicológicos en los que se persiste y persiste en conductas negativas. Por ejemplo, una persona puede "acostumbrarse" a recibir malos tratos, como una forma de recibir cuidados negativos, ante la ausencia de cuidados positivos y antes que quedar sin ningún tipo, es decir, que ser ignorado. Esto puede ser sorprendente, pero es cierto y está ampliamente investigado. Así que es mejor buscar recibir cuidados positivos en donde podamos encontrarlos.

Que no falten los cuidados positivos

Uno de los primeros discípulos de Eric Berne, el iniciador del análisis transaccional, es el psicólogo clínico y analista transaccional Claude Steiner, quien ha desarrollado el concepto al que denomina régimen de escasez de caricias, el cual es aplicable también a los cuidados. Se refiere entonces a la escasez que resulta cuando los cuidados están controlados por mensajes culturales que imperan en la sociedad y que reprimen la necesidad natural de éstos, justificando dicha represión. Estos mensajes son transmitidos principalmente en la familia y en la escuela, pero a un nivel más profundo son consecuencia de la perniciosa influencia histórica de determinados sistemas religiosos y políticos de tipo autocrático. Y estos mensajes están regidos por las que, paralelamente, denomino la reglas de la escasez de cuidados, que consisten en:

  • No dar cuidados positivos ("pues -por ejemplo- si se los doy, se convertirá en un blandengue").
  • No pedir cuidados positivos ("pues -por ejemplo- puede pensar que busco otro tipo de cosas").
  • No aceptar cuidados positivos ("pues -por ejemplo- entonces me pedirá algo a cambio").
  • No darse cuidados positivos ("pues -por ejemplo- se trata de pura vanidad").
  • No rechazar cuidados negativos ("pues -por ejemplo- lo hace por mi bien").

En definitiva, aunque por lo general cada uno tiene sus hábitos, en el supuesto de seguir absolutamente todas estas reglas, tanto no doy cuidados ni a los demás ni a mí mismo, como cuando alguien me los da, los rechazo, mientras que acepto pasivamente los cuidados negativos que me dan. Se trata de reglas que nos mantienen en un estado carencial y aislados de los demás, de manera que, por tanto, nos convierten en personas fácilmente manejables por quien ostenta el poder, en el ámbito que sea. Seguir estas reglas aumenta y mantiene, para nosotros y para los demás, es decir, tanto individual como colectivamente, un régimen de escasez de cuidados y, en definitiva, de escasez de amor. La solución al problema está en participar en crear un régimen de abundancia de cuidados, regulado, análogamente al descrito por Steiner para las caricias, por las reglas de la abundancia de cuidados. Estas reglas consisten en: dar, pedir, aceptar y darse cuidados positivos, junto a, por el contrario, rechazar cuidados negativos. Por tanto, vayamos adelante hacia una abundancia de cuidados, es decir, en definitiva, hacia una abundancia de amor, tanto para los niños como para los adultos.

Aprende a dar y recibir cuidados

Cinco consejos para lograr la abundancia de cuidados:

  • Da cuidados positivos.
  • Pide cuidados positivos.
  • Acepta cuidados positivos.
  • Date autocuidados positivos.
  • Rechaza cuidados negativos.

Puedes aprenderlo practicándolo en el día a día de la vida cotidiana. Comienza ejercitándolo por lo menos una vez al día y ves aumentando la frecuencia. Al principio puede parecer artificial, pero pronto irás descubriendo tu autenticidad y espontaneidad. Suponte que te encuentras en tu casa con una amiga. Esfuérzate en encontrar un motivo para darle un cuidado positivo, como puede ser, por ejemplo: "Te noto cansada, ¿puedo darte un masaje". No es difícil, si piensas en ello siempre encontrarás un cuidado que poder dar, pero también alguno que poder pedir, como puede ser, por ejemplo: "Me gustaría que escucharás algo que quiero compartir contigo". Y desde luego, cuando tu amiga te dé un cuidado positivo, acéptalo, como por ejemplo, si después de contarle lo que querías, te dice:"Me ha gustado que compartieras esto conmigo", respóndenle simplemente algo como: "Gracias por escucharme" (y no algo como: "Va, ha sido un tostón"). Y también está bien que te des autocuidados positivos, como por ejemplo, si lo que has compartido con tu amiga es algo de lo que estás muy satisfecha, puedes decirle:"Estoy realmente contenta de lo que he logrado". Pero en cambio, si tu amiga suele incordiarte siempre con algún tipo de crítica negativa repetitiva, como por ejemplo: "Voy a decirte lo que te he dicho cien veces, pero sabes que te lo digo por tu bien", respóndele: "No, gracias, no me lo digas, no quiero oirlo".

Si es necesario, busca ayuda psicoterapéutica

Aunque la vida misma va presentando muchas oportunidades en las que puedes aprender a dar y recibir cuidados, cuando las circunstancias biográficas negativas no facilitan el permanecer en un régimen de abundancia cuidados, puede ser necesario un trabajo de de crecimiento personal para superar las dificultades. Y esto puede ser facilitado por el análisis transaccional, entre otros sistemas, desde luego. Pero en este tema de los cuidados, el análisis transaccional es, por una parte, más específico, en particular con sus avances más recientes, en trabajar en el desarrollo de nuestros tres tipos de yo fundamentales, a los que denomino el yo cuidador, el yo individuador y el yo cuidado, es decir, los popularmente conocidos e incluso, desafortunadamente, banalizados como Padre, Adulto y Niño. Pero no tienen nada de banales, sino que se trata de los tres yos con los que ejercemos las funciones fundamentales de nuestra personalidad, útiles para vivir y desarrollarnos saludablemente. Así, el análisis transaccional puede ayudarnos a crecer en dar cuidados con el yo cuidador, en buscar y recibir cuidados con el yo cuidado, y en ser nosotros mismos con el yo individuador, o sea nuestras tres funciones básicas: cuidar, ser cuidados e individuarnos.

Sin embargo, por otra parte, con frecuencia para este tipo de trabajo de crecimiento personal, es necesario también otro, en cierta manera más profundo, que implica ahondar psicológicamente en nuestra biografía, pues a veces no somos conscientes de aspectos más o menos dolorosos que tienen que ver con los cuidados negativos que hemos recibido en el pasado, influyendo ahora en las problemáticas que vivimos, aunque no sepamos ver la conexión. Se trata entonces de trabajar terapéuticamente en descubrir y cambiar el guión psicológico, es decir, un plan de vida subconsciente que puede estar determinándonos a seguir en la vida unas reglas que nos perpetúan en un régimen de escasez de cuidados, con todas las limitaciones e insatisfacciones que ello conlleva. Podremos pasar así a un amoroso régimen de abundancia de cuidados, desde el cual seguir también creciendo en ser nosotros mismos. Así pues, si hace falta, busquemos una ayuda terapéutica.

Con la psicoterapia también se reciben cuidados

La psicoterapia consiste en una metodología con la que se dan cuidados profesionales que ayudan a resolver dificultades psicológicas de muy variada índole, tales como:

  • Trastornos emocionales:
    Depresión.
    Ansiedad.
    Inseguridad.
    Estrés.
    Fobias.
    Obsesiones...
  • Baja autoestima.
  • Problemas de relación.
  • Conflictos de pareja.
  • Insatisfacción vital.
  • Desorientación existencial.
  • Falta de autorrealización.
  • Situaciones de pérdida.
  • Crisis evolutivas.
  • Y otras dificultades a consultar...