LA MEDIANA EDAD: CRISIS INDIVIDUADORA (6)


Si el adolescente culmina bien, por lo menos, su nacimiento psicológico y social, se convertirá primero en un joven y después en un adulto en quien predominará la necesidad de vivir, es decir, la necesidad de crecer, saber, hacer, situarse, gozar, amar y procrear.

Pero entonces, tras esta amplia etapa de la vida, en alguna edad con los 45 años como promedio aproximado, la persona suele experimentar una profunda crisis personal, por lo general sin demasiada conciencia de lo que está sucediendo. Es la llamada crisis de la mediana edad, a la que Jung ha denominado crisis del solsticio. Entonces, personas que están viviendo esta crisis cambian el curso de sus vidas, a veces hasta repentinamente, para sorpresa y desespero de quienes les rodean, sea la pareja, los familiares, amigos y demás. Por ejemplo, pueden abandonar su profesión para emprender una nueva, separarse de su pareja sin razón aparente, vivir un amor loco, vender todas sus propiedades y otras conductas desconcertantes. Todo ello sin justificación "razonable", a veces ni para la persona misma. Pero en el fondo se trata de nuevas conductas individuadoras, ya que la crisis de la mediana edad es también, en definitiva, una crisis de separación-individuación. Durante ésta, la persona se va "separando" de lo vivido hasta entonces, para desvincularse del pasado y poder avanzar hacia nuevos logros de individuación. Es como "ir soltando lastre" para quedar libres para nuevas experiencias de crecimiento tanto individuadoras como también vinculadoras, pues también el impulso vinculador se manifiesta con fuerza durante esta crisis, conduciendo a formar o reformar vínculos afectivos.

Es una crisis que también viene acompañada, en su momento, como sucede en la adolescencia, de cambios fisiológicos y hormonales , que son como señales que recuerdan la edad en la que uno inevitablemente está. Son los cambios que se viven durante la denominada menopausia en la mujer y viropausia o andropausia en el hombre. Pero, básicamente, lo que se está viviendo es una crisis individuadora, tanto personal como además transpersonal, durante la cual, más o menos conscientemente, se hace una revisión de vida, haciendo balance tanto de lo vivido como de lo no vivido hasta entonces, siendo frecuente sentir insatisfacción tanto por los éxitos como por los fracasos. Es frecuente que se necesiten momentos y fases de retraimiento reflexivo, los cuales facilitan realizar la revisión de vida, pero, desde luego, ha de "escucharse" dicha necesidad, no viviéndola como algo pasivo e improductivo.

La crisis de la mediana edad suele venir acompañada de una depresión reestructuradora, la cual alarma a la persona y a quienes la rodean, y más aún si ésta ha logrado cierto éxito en su vida, pues no se le encuentra una explicación razonable. Pero su utilidad está al servicio de la desvinculación del pasado, ya sea que el resultado del balance de lo vivido sea positivo, negativo o nivelado. De hecho, esta depresión forma parte de un proceso de duelo por "la muerte" a toda la vida anterior que la persona ha estado viviendo. Sin embargo, es una crisis que no sólo puede ser bien aprovechada, sino que puede abrirle a la persona la posibilidad de logros de individuación transpersonal , conducidos por el alma, por el ser esencial. En esta etapa, el alma, al igual que en la adolescencia, hace sentir de nuevo su presencia, para manifestarse a través del ya consolidado instrumento en que, tras la experiencia de todo lo vivido, se ha convertido el yo personal. Es frecuente que en esta etapa la persona se oriente o reoriente hacia algún trabajo de crecimiento espiritual (por ejemplo, puede realizar una práctica de meditación). Pero también existen personas que, no acertando a comprender lo que están viviendo, creen que la solución es volver a la juventud y repetir todo lo bueno y hasta lo no tan bueno que vivieron entonces. En el peor de los casos, la persona puede quedar fijada en este retorno a la eterna juventud, viviendo entonces desfasada respecto a su edad. Pero si todo va bien, serán sólo tanteos transitorios en la búsqueda de un nuevo camino, avanzando entonces la persona en aprovechar la nueva oportunidad de individuación y vinculación. Además, este avance posibilita también poder llegar a vivir una vejez que sea la edad de oro de la vida.


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